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MEDIOCRACIA: EL PODER EN MANOS DE LOS MEDIOCRES

  • Foto del escritor: Gerson Valdivia
    Gerson Valdivia
  • 5 nov 2023
  • 5 Min. de lectura

La mediocracia se define como el sistema político en el que los cargos públicos son ocupados por personas con escasa capacidad, mérito o talento, que se valen de la manipulación, el clientelismo, el nepotismo o la corrupción para mantenerse en el poder. Este fenómeno puede ser especialmente prevalente en la política, donde a menudo se valora más la popularidad y el carisma que la competencia y la habilidad. La mediocracia es un fenómeno que se ha extendido en el siglo XXI, debido a factores como la crisis económica, la desafección política, el deterioro de la educación, la polarización social o la influencia de los medios de comunicación.


Los políticos mediocres se caracterizan por su falta de visión, de liderazgo, de honestidad, de responsabilidad y de compromiso con el interés general. Son incapaces de resolver los problemas reales de la sociedad y se dedican a crear falsos enemigos, a generar miedo, a fomentar el odio o a prometer soluciones mágicas. Los políticos mediocres no tienen un proyecto político coherente ni una ideología definida, sino que se adaptan al discurso que más les conviene según las circunstancias.

La mediocracia puede surgir en cualquier sistema político, pero es particularmente común en las democracias representativas. En estos sistemas, los ciudadanos eligen a sus líderes a través del voto, y a menudo los candidatos con más carisma o popularidad ganan, independientemente de su competencia o habilidades.

Además, los políticos a menudo necesitan hacer compromisos y alianzas para ganar y mantener el poder. Esto puede llevar a que personas mediocres ocupen puestos de poder simplemente porque son leales o porque pueden aportar votos o apoyo político.

Es fácil identificar a un político mediocre, se presentan como salvadores o mesías que tienen la solución a todos los problemas. No reconocen sus errores ni asumen sus responsabilidades. No aceptan el debate ni la crítica constructiva. No respetan las normas ni las instituciones democráticas. No tienen una formación ni una experiencia adecuadas para el cargo que ocupan. No tienen un equipo cualificado ni plural que les asesore o les cuestione. No tienen propuestas concretas ni realistas, sino que se basan en eslóganes vacíos o en promesas imposibles. No tienen una ética ni una moral sólidas, sino que se guían por el interés personal o partidista. No tienen una noción mínima de lo que es el Estado, por lo tanto, no tienen una visión de futuro ni un proyecto de país, sino que viven del cortoplacismo o del populismo.

La mediocracia tiene consecuencias negativas para el desarrollo social, económico y cultural de una nación, ya que frena la innovación, la creatividad y el progreso. Por un lado, puede llevar a una mala gestión y a decisiones políticas pobres, ya que las personas en el poder pueden carecer de las habilidades necesarias para gobernar eficazmente.

A esto además se suma la pérdida de talento humano, los individuos con capacidades superiores se ven frustrados y marginados por un sistema que no reconoce ni recompensa su esfuerzo y su aportación y desalienta a las personas talentosas y competentes de entrar en la política, ya que pueden sentir que no tienen oportunidad contra los candidatos más populares o carismáticos. Muchos optan por emigrar a otros países donde puedan desarrollar su potencial y contribuir al bien común.

Eso nos lleva a una total falta de liderazgo, los mediocres que ocupan los cargos de responsabilidad carecen de visión, de criterio y de valores. No son capaces de generar confianza, de motivar a sus equipos ni de afrontar los retos y los cambios que demanda la sociedad. Se limitan a seguir las directrices de sus superiores o a defender sus propios intereses. Esto puede erosionar la confianza del público en el gobierno y en el sistema político. Si los ciudadanos sienten que sus líderes son incompetentes o mediocres, pueden volverse cínicos y desinteresados en la política.

Esto traerá consigo el aumento de la corrupción, ya que la mediocracia favorece la aparición y el mantenimiento de redes clientelares, de nepotismo y de favoritismo. Los mediocres se protegen entre sí y se reparten los recursos públicos o privados en función de sus afinidades o conveniencias. La transparencia, la rendición de cuentas y el control social son inexistentes o insuficientes.

La consecuencia final de todo es una decadencia total tanto del sistema político como social, la mediocracia impide el avance y la mejora de la calidad de vida de la población. Los servicios públicos se deterioran, la educación se empobrece, la cultura se banaliza, la ciencia se marchita, la economía se estanca y la cohesión social se debilita. La mediocracia genera desigualdad, injusticia, apatía y desesperanza.

Ante este panorama, ¿Qué podemos hacer los ciudadanos para combatir la mediocracia y exigir una política de calidad? Lo principal es informarnos y formarnos críticamente sobre los temas políticos y sociales que nos afectan. Participar activamente en los procesos electorales y en los espacios de deliberación y decisión política. Fiscalizar y controlar la gestión y la rendición de cuentas de los representantes políticos. Apoyar y promover a los líderes políticos que demuestren capacidad, mérito, talento, honestidad y compromiso con el bien común. Denunciar y rechazar a los políticos mediocres que nos mienten, nos manipulan o nos perjudican.

Combatir la mediocracia requiere un esfuerzo conjunto de los ciudadanos, los políticos y las instituciones. Los ciudadanos deben estar dispuestos a votar por candidatos basándose en su competencia y habilidades, no sólo en su popularidad o carisma.

Los políticos, por su parte, deben estar dispuestos a poner el bienestar del país por encima de sus propios intereses personales o políticos. Esto podría implicar renunciar a alianzas políticas si significan poner a personas mediocres en posiciones de poder.

Las instituciones también tienen un papel importante que desempeñar. Pueden implementar reformas para hacer que el sistema político sea más meritocrático, como establecer requisitos mínimos de competencia para ciertos cargos o implementar procesos de selección más rigurosos. ¿Es posible aplicar todo esto? Hace falta mucha voluntad y un cambio radical en la cultura y educación, algún día será, pero por el momento es esperar que las ranas críen pelo.

La mediocracia es un problema grave que amenaza la calidad de la democracia y el bienestar de los ciudadanos en el siglo XXI. Es necesario identificar y combatir a los políticos mediocres que se aprovechan del poder para beneficio propio o de su grupo. Es imprescindible exigir y apoyar a los políticos que nos representen dignamente y que trabajen por el interés general. Solo así podremos construir una sociedad más justa, más libre y más próspera. Este es un desafío que las sociedades deben abordar para garantizar un futuro más prometedor. Al tomar medidas para empoderar a las personas capacitadas y promover un gobierno efectivo y transparente, es posible superar los peligros asociados con la mediocracia y trabajar hacia un mundo mejor gobernado por aquellos que están verdaderamente calificados para liderar.

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