LA INFANTILIZACIÓN DE LA POLÍTICA
- Gerson Valdivia
- 18 sept 2023
- 2 Min. de lectura

Desde que el ser humano empezó a vivir en sociedad, se hizo necesario adoptar conductas y medidas con la finalidad de que la convivencia sea armoniosa y evitar los conflictos entre individuos. Se hizo también forzoso establecer formas para gobernar a las muchedumbres, era preciso que quienes poseían una mayor capacidad de liderazgo se encargaran de tomar las decisiones que beneficien a la sociedad, que supieran administrar los recursos y empleen el poder conferido o ganado de la manera más conveniente. La política se entiende entonces en dos sentidos: uno que se refiere a las acciones tomadas por aquellos que gobiernan (o aspiran a hacerlo) velando por los asuntos que afectan a una determinada sociedad, de la que se desprende aquel pensamiento que señala “la política es el arte referente al gobierno de los estados”; y por otro lado aquel que ve a la política como una ciencia que estudia la organización y conducción de las sociedades humanas.
En virtud de esto, nos encontramos ante un tema serio que compete a todos los individuos que buscamos equidad y el cumplimiento de las reglas sociales. Como decía Platón: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”, una frase que se ha hecho tan popular hoy en día en el caótico sistema que nos toca vivir debido justamente a la desidia popular ante los temas políticos, lo que ocasionó que la corrupción se propague como cáncer en cada nivel del estado a un punto tal que se ha normalizado tan burdamente con frases como “roba pero hace obra”. Hoy en día el interés por estos temas ha crecido en demasía, ya no es solo el asunto que ocupaba las tertulias de los ilustrados, sino que ahora los jóvenes se encuentran ávidos para involucrarse con ímpetu en la política; pero con ello ha nacido también un nuevo conflicto que ha llevado a esta a un punto de infantilización donde se busca explicar de manera minimalista postulados que deberían resultar complejos. Con la nueva cultura del “meme” ahora se ridiculiza a los políticos por cada error que cometen o se los relaciona o fusiona con acontecimientos de la cultura popular y chistes de mal gusto, que ya no son solo exclusivos de las caricaturas satíricas de los diarios. Se pretende explicar doctrinas al mismo estilo de los libros para “dummies”, pretendiendo, por ejemplo, que sistemas como el comunista se puede interpretar solamente con la parábola de la vaca, o que las burlas de Margaret Thatcher o Winston Churchill son suficientes para desacreditarlo. Se ha llegado a un punto de maniqueísmo tal que pretendemos que las ideologías solo pueden clasificarse en buenas y malas según la conveniencia de quien las profesa, sin detenerse a analizar los matices de cada una. La política se ha rebajado al nivel de “reality show”, donde ahora hasta los comunicadores de farándula pretenden incursionar.
No estoy en contra de la masificación del conocimiento político, postulo que es imperante estar más informados al respecto, pues de esa manera lograremos cosas importantes para mejorar nuestra situación social; pero es necesario también que la seriedad prime, ante todo, que la comedia solo sea el primer paso para involucrarse con sapiencia en el quehacer político y no sea este simplemente una discusión del patio de recreo.
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