EL MANIQUEÍSMO EN LA POLÍTICA
- Gerson Valdivia
- 1 dic 2023
- 3 Min. de lectura
La política es un terreno de confrontación, en el que diferentes ideologías compiten por el poder. Esta confrontación suele estar marcada por el maniqueísmo, una forma de pensamiento que divide el mundo en dos campos irreconciliables: el bien y el mal. En el ámbito político, el maniqueísmo se expresa en la división entre derecha e izquierda, dos ideologías que se presentan como opuestas y excluyentes. La derecha se asocia con el individualismo, el libre mercado y la defensa del statu quo, mientras que la izquierda se asocia con el colectivismo, la intervención estatal y el cambio social.
El maniqueísmo en la política, que simplifica los complejos asuntos políticos en una dicotomía entre derecha e izquierda, socialismo y capitalismo, puede ser peligroso para la toma de decisiones efectivas y la búsqueda de soluciones equitativas, puede llevar a una lucha constante por el poder, en la que se subestiman las ideas y perspectivas del otro lado. El maniqueísmo refuerza la creencia de que uno de los extremos es inherentemente malo, lo que dificulta la construcción de consensos y la cooperación necesaria para abordar los problemas complejos que enfrenta la sociedad. Esta visión dualista a menudo perpetúa la polarización y la hostilidad entre los grupos políticos, lleva a la demonización del adversario, lo que dificulta el diálogo y el entendimiento. También alimenta el extremismo, ya que cada bando busca imponer su visión del mundo a cualquier precio. Esto conduce a la polarización de la sociedad, lo que dificulta la búsqueda de soluciones comunes a los problemas. Esta división maniquea también lleva a la simplificación excesiva de la realidad económica, ya que los sistemas económicos reales son más complejos que las teorías abstractas, alimenta el dogmatismo, ya que cada bando se aferra a sus creencias sin estar dispuesto a aceptar los matices, conduce a la inflexibilidad, ya que cada uno se resiste a los cambios que podrían mejorar el sistema.

La pugna entre derecha e izquierda, o entre socialismo y capitalismo, es un ejemplo de esta visión maniquea. La derecha tiende a defender con pasión el modelo neoliberal y la economía de libre mercado, mientras que la izquierda agrupa demandas de redistribución económica e inclusión social. Ambos sistemas tienen sus propias fortalezas y debilidades. El capitalismo se basa en la propiedad privada de los medios de producción y la acumulación del capital como una vía hacia la riqueza de las naciones. Por otro lado, el socialismo promueve la propiedad social y comunitaria de los medios de producción, con el fin de construir una sociedad desprovista de clases sociales. Sin embargo, el capitalismo, si no se regula adecuadamente, puede llevar a la concentración de la riqueza en manos de unos pocos y a la explotación de los trabajadores. Por otro lado, el socialismo, si se implementa de manera inflexible, puede limitar la libertad individual e inhibir la iniciativa empresarial.
Es importante reconocer que existen matices y puntos intermedios entre estas posturas aparentemente opuestas. Muchos países han adoptado un enfoque mixto, combinando elementos del capitalismo y el socialismo para buscar un equilibrio entre la eficiencia económica y la justicia social. Estas soluciones centradas en el pragmatismo pueden ofrecer una reconciliación entre las posturas.
Es importante evitar caer en visiones maniqueas en política. En lugar de ver a la derecha e izquierda, o al socialismo y capitalismo, como opuestos irreconciliables, podríamos buscar formas de combinar lo mejor de ambos para construir sociedades más justas y prósperas, es posible una reconciliación entre las posturas aparentemente opuestas a través del reconocimiento de matices y la adopción de enfoques pragmáticos. Promover un diálogo constructivo y basado en el respeto mutuo es fundamental para superar la división y encontrar soluciones que beneficien a toda la sociedad.
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