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HACIENDO PATRIA A TRAVÉS DEL ARTE

  • Foto del escritor: Gerson Valdivia
    Gerson Valdivia
  • 7 dic 2023
  • 3 Min. de lectura

El sentirse inmerso dentro de la realidad de un pueblo, de sus costumbres, de su historia, de su trajinar diario, es algo que por instinto surge en cada uno de nosotros, por nuestra naturaleza gregaria y la capacidad de expresar emociones que nos convierte en humanos.

Los Estados se forman y desarrollan a través de diversos acontecimientos sociales dignos siempre de traer a colación, aunque en esta oportunidad recordaremos una rebelión que permitió unir a toda una nación a través del arte y la imagen de un compositor legendario.

Giuseppe Verdi nació en 1813 en el poblado de Le Roncole (Italia) y desde niño mostró su enorme talento musical. A pesar de su don, a los 17 años fue rechazado del Conservatorio de Milán por superar el límite de edad y no tener demasiados recursos al tocar el piano. Casualidad del destino, varias décadas después, este recinto cambió su nombre por el de aquel músico al que ignoraron.



A los 24 años, sumido en la depresión tras la muerte de su esposa e hijos y el fracaso de su obra “Un Giorno”, decidió abandonar la música. Unos años después, le llegó un libreto, que iba a desatender, pero, al lanzarlo contra la mesa, este se abrió, dejando a la vista la frase “Va, pensiero, sull’ali dorate” (Vuela, pensamiento, sobre alas doradas). Fue tanta su conmoción tras esa revelación que de inmediato inició la composición de “Nabucco”, obra maestra que no solo le abrió el paso a la fama, también despertó un enorme sentimiento de identidad en los italianos, que se vieron representados en el pueblo hebreo durante el exilio en Babilonia. El autor no se consideraba nacionalista, aunque era consciente de lo que había generado. Eran tiempos en que el Romanticismo se difundía con fuerza en toda Europa, lo que influía en los artistas que buscaban avivar una llama de rebeldía en la gente. En ese contexto, llegaron “Rigoletto”, “Il Trovatore” y “La Traviata”, óperas que acrecentaron, con su mensaje, el patriotismo en un momento crucial, pues la corriente del Risorgimento, que buscaba la reunificación italiana en una sola nación, había ganado terreno y era alentado desde todos los ámbitos, representado en lo cultural por Verdi y el poeta Alessandro Manzoni. La época cumbre de Verdi llegaría cuando compuso “Aida” para la inauguración del Canal de Suez en Egipto. En el ocaso de su vida compuso “Don Carlo” y “Otelo”, donde se notó la influencia de Richard Wagner. Su obra fue un enlace entre el Bel Canto y el Verismo, ambas de origen ítalo. Verdi caló profundamente en el terreno social y político; cuando las protestas en busca de la reunificación se acrecentaban y se anunciaba a Vittorio Emanuele II de Cerdeña como gobernante idóneo para el país, los manifestantes, para evitar la censura, ya no proclamaban “Viva Vittorio Emanuele Re D’Italia” sino un simple “Viva VERDI”.



Hemos llegado a un punto de decadencia. Si bien el desarrollo científico, tecnológico, y la globalización está a nuestro alcance, también ha logrado congelar, a su paso, la identidad, respeto y amor a nuestros pueblos; no se defiende lo que no se ama, y no se ama lo que no se conoce. Es momento de enfrentar la crisis y el atraso de nuestra nación, no a través de consignas político-partidarias hipócritas, sino a través de una transformación que tome como bandera a la cultura.

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