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DARLE AL ARTE SU LUGAR

  • Foto del escritor: Gerson Valdivia
    Gerson Valdivia
  • 31 oct 2023
  • 2 Min. de lectura

Conforme evolucionaba, el ser humano fue encontrando diversas herramientas y técnicas que le facilitaron la existencia. Poco a poco fue dejando de lado su vida nómade estableciéndose en un lugar fijo. Con el descubrimiento del fuego y la creación de nuevos artilugios, era solo cuestión de tiempo para que este homínido iniciara la proeza de conquistar el mundo. Así fue naciendo la civilización, el hombre se empezó a preocupar también por su entorno y su situación en el universo, lo que le llevaría a explorar en busca de respuestas, primero a través de las fuerzas sobrenaturales, para luego cimentar las bases de la ciencia. Pero si bien esta ha sido clave para que, en el corto periodo que lleva nuestra especie en el planeta, lograse cosas impensadas y de gran sofisticación en base al conocimiento del mundo físico y la materia, a la par se fue gestando un cosmos en la mente de cada individuo, algunos lograron la habilidad de plasmarlo de manera tangible, naciendo así el arte.


Ya sea desde las primeras pinturas rupestres en las cavernas que representaban la caza de diversos animales o las esculturas de piedra que dieron forma a los primeros dioses, el arte se volvió pieza importante de cada tribu, logrando con el tiempo que las culturas puedan ser reconocidas en base a los arquetipos que formaron en particular cada una de ellas y en el periodo de la historia en que se desarrollaron, como sucedió en Mesopotamia, Egipto, la civilización Minoica, Grecia, Roma, China, India, el imperio Árabe; en América las culturas prehispánicas como Chavín, Mochica, Paracas, Nazca, Inca, Maya o Azteca, las cuales tenían patrones especiales que las hacían únicas. Con el paso del tiempo el arte fue variando, dejó de ser solo decorativo, se convirtió en la principal forma de expresión de los sentimientos, los cuales influyeron en el comportamiento social según su época. Es así que los artistas fueron ganando prestancia y reputación, dejaron de ser vasallos a la orden de un amo, siendo ahora personajes admirados. En una ocasión Ludwig van Beethoven le respondió al príncipe Félix Lichnowsky de Austria, cuando este le ordenó sentarse a tocar el piano: “Usted es príncipe por azar, por nacimiento; en cuanto a mí, yo soy por mí mismo. Hay miles de príncipes y los habrá, pero Beethoven sólo hay uno”, dejando en claro su status.

Las bellas artes deben tener por esencia la originalidad, aun cuando provengan de una inspiración previa o de un estilo colectivo. Si se reproduce masivamente o es mera copia de algo ya existente se convierte en artesanía, que no deja de ser importante, pero en el fondo carece de alma propia.

Por esta razón es indispensable darle al arte su lugar, entender que este debe ocupar un espacio importante al igual que la ciencia u otras disciplinas; si Newton o Mendel no hubieran existido, es probable que alguna otra mente brillante descubriera las leyes que ellos postularon, ya que son fenómenos inalterables de la naturaleza; pero si la humanidad se hubiese privado de la genialidad de Leonardo; la gracia de la música de Bach, Mozart, Schubert, Chopin o Wagner; la poesía de Bécquer o las comedias de Moliere; si el mundo no hubiera experimentado el impacto del Renacimiento, el Romanticismo o el Realismo seguramente hoy luciría empobrecido.

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