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UNA SALIDA A UN ETERNO CONFLICTO

  • Foto del escritor: Gerson Valdivia
    Gerson Valdivia
  • 25 oct 2023
  • 2 Min. de lectura

Uno de los debates más grandes que ha mantenido la humanidad durante siglos es el de la ciencia contra la religión, un conflicto que fue dejando un rastro sangriento con la persecución de sabios durante el oscurantismo, hasta el actual negacionismo de todo lo sagrado. Existe heterogeneidad entre ambas posturas, la ciencia se mueve en el ámbito de lo dado, lo que existe y es tangible, en todo aquello que puede ser demostrado y comprobado a través de un método sistemático, dejando la especulación de lado; la dogmática religiosa tiene su fuente en lo esperado, en la fe, en aquello que está más allá del entendimiento humano, no olvidando que mucho de lo que está escrito en los textos sagrados no debe ser interpretado literalmente, dada su naturaleza alegórica, sino a través de un análisis más profundo.

A pesar de ello es lógico que puede y debe existir una reconciliación entre ambas; si bien es cierto que existe incompatibilidad aparente entre sus ideas, en general las dos persiguen un fin similar: el bienestar humano; lo que permitiría su convivencia en armonía. Sabemos que hay científicos que piensan que es obligatorio ir en contra de la religión y negar la existencia de Dios prácticamente como un axioma, como los casos de Richard Dawkins, autor de “El gen Egoísta” y “El Espejismo de Dios”; Stephen Hawking, quien en su obra “El gran diseño” postuló la innecesaria intervención de un ser superior en los fenómenos del cosmos; o Carl Sagan, quien hasta su muerte mantuvo firme su ateísmo. Paralelo a ellos, existen también fanáticos religiosos que han buscado boicotear el avance de la ciencia, así como hay científicos que han planteado a esta como un medio para comprender la naturaleza del misterio de Dios, tal es el caso de Isaac Newton, quien pensó que fue un enviado a la tierra para descifrar los enigmas sagrados, lo que le llevó a explorar prácticas dentro del terreno esotérico; Gregor Mendel fue un fraile agustino que descubrió las leyes de la herencia genética y es padre de esta rama de la Biología; Louis Pasteur, padre de la microbiología, fue un ferviente creyente católico; el sacerdote belga, George Lamaitre, fue el primero en proponer la teoría de expansión del universo, la que conocemos popularmente como Big Bang; Albert Einstein, considerado deísta, en una oportunidad dijo “La ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega”; Francis Collins, director del proyecto Genoma Humano y católico practicante, alguna vez enunció que la ciencia es solo la humanidad tratando de comprender la grandeza del diseño de Dios; o William Phillips, premio Nobel de Física, en una oportunidad manifestó: "yo creo en Dios gracias a la ciencia y no a pesar de la ciencia".

Por ello es necesario aperturar la mente a esta reconciliación, olvidar el orgullo sesgado de ambas partes, pues la verdad no sé encuentra en la oscuridad, y así como les cuesta a los científicos comprender todo lo que hay en el universo material, así también de complejo es entender la naturaleza de la divinidad; la religión no debe pretender explicar las leyes científicas, así como la ciencia debe abstenerse de intentar demostrar la existencia de Dios. Ambas, desde su posición, y libres de prejuicios, lograran cosas trascendentales para la humanidad.

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